sábado, 17 de octubre de 2020

El espacio que queda entre el cielo y la nada o entre la progresía y la descomposición del uranio.

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Fotografía de Robert Doisneau – Nantes – 1958

17 octubre 2020

– El espacio que queda entre el cielo y la profundidad de la simbólica mina donde discurre la vida de algunos que no conocen otra cosa, es verdaderamente inmenso.

– Unos viven de PM y otros no. Fácil disección de los grupos de convivencia humana. ¿No hay otra cosa? Eso es maniqueísmo, diría algún amigo de esos que visten con ropa echa una mierda pero que vale un huevo, habitualmente de color negro, “sesentonazos” de buen ver, y que salen con las amigas de las hijas de los amigos. Son, la mayoría, “oficinatas jubilados y en la retaguardia, buscando su oportunidad”.

– ¿Como?

– Si, si, son divorciados, viudos, separados y todo eso, pero esos saben del cambio productivo, de familias desestructuradas y del Perito Moreno, lo cual, nosotros, (los de Misa diaria, los del trabajo a casa, los amantes de la Pasión y de la Pedroche, claro,) no, nosotros no tenemos NPI de todo eso. La gente ama a todo aquél que, convincentemente, se muestra como un progre, que habla como un progre y que vive como un progre, aunque no tenga NPI de lo que habla o piensa.

-Enrique: ¿Estás bien? ¿Desde cuándo tú has ido siempre del trabajo a casa y de casa al trabajo?

-No, es que razonaba inútilmente sobre la descomposición del uranio a 500 grados bajo cero, y me di cuenta que nunca vives despierto si siempre estás soñando en encontrar el sentido de la vida, aún y no teniendo edad para ello.

-¿Qué?

-Eso

N: De mis viejas notas en RS